Los hijos no deben ser arma de venganza
Cuenta una historia que cuando dos mujeres que fueron llevadas ante el rey Salomón porque ambas reclamaban a un mismo bebé como su hijo y peleaban sin lograr ningún acuerdo, el sabio monarca ordenó que la criatura fuera partida en dos y se le entregara la mitad a cada una. En vista de la decisión del rey una de las ellas le suplicó que no despedazaran al niño y se lo entregara intacto a la otra mujer. Su generoso gesto le permitió al rey determinar que ella era la madre verdadera y quien lo merecía.
Las peleas por los hijos son hoy pan de cada día entre las parejas separadas que se disputan, entre otras, quién es el "dueño" de los hijos. Lo cruel es que en estos conflictos muchos padres sin saberlo "parten en dos" a los hijos con tal de perjudicar al otro. Así, los hijos son utilizados como munición para herir a quien fue su cónyuge, ignorando que en ese proceso destrozan a quienes "más aman" en la vida.
Lo usual en las separaciones matrimoniales es que el papá utilice el dinero como arma de venganza, y no dé lo que le corresponde aportar para el mantenimiento de sus hijos. Con ello lo que se logra es que sus hijos queden aún más abandonados porque no solo ya no tienen a su papá a su lado, sino que además una mamá agobiada por sus problemas económicos no podrá ofrecerles la presencia emocional que les urge más que nunca.
Las mamás, a su vez, por lo general se vengan impidiendo que los papás estén con sus hijos, desconociendo que ver y estar con ellos no es un privilegio sino un derecho que tienen tanto el papá como los niños. En esta forma convierten a los hijos en un bien cuya compañía se alquila por un precio. Y además, al utilizarlos como chantaje para que el papá cumpla con sus pagos los están involucrando en una pelea que no es de ellos y que por lo mismo los menores no pueden solucionar.
Lo más grave es que estos conflictos destrozan a los hijos. Destrozan su fe en los demás seres humanos porque será difícil confiar en alguien cuando las personas que más los aman no tienen reparo en herirlos con tal de saciar su sed de venganza. Destrozan sus ilusiones sobre lo maravilloso que puede ser casarse porque para ellos ha sido una experiencia en que cada uno aporta su odio para acabar con el otro y no su amor para el bien del otro. Destrozan su esperanza en un mañana mejor porque cuando se crece en un hogar cargado de resentimiento como ha sido el suyo va a ser difícil poder esperar que en el mundo exterior las cosas sean distintas.
Con mucha frecuencia aseguramos que hacemos las cosas "por el bien de los hijos". Si del bien de los hijos se trata ayudémoslos a recuperar su fe en sus padres, dejando de contraatacar a nuestro excónyuge mientras que nos justificamos alegando que todo es su culpa. Revisemos a ver qué podemos y debemos cambiar nosotros para calmar los ánimos. Que la historia del rey Salomón nos sirva para darnos cuenta de que al jugarnos el todo para salvar el bienestar de los hijos estamos impidiendo ser parte de un proceso que destroza a los seres que más amamos en la vida.
Y asi hasta q son adultos casi todos los hijos siguen el mismo patron de los padres; y ademas traen muchas inseguridades y frustraciones de los propios padres.
ResponderBorrares verdad
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